En cuanto al dólar estadounidense, esta administración ha sido muy clara: el gobierno prefiere un USD más débil. Cuando se imponen aranceles, prefieren un dólar más débil porque ayuda a compensar los efectos negativos que los aranceles tienen sobre los exportadores estadounidenses y la economía en general. Cuando el dólar es fuerte, los productos estadounidenses se vuelven más caros para los compradores extranjeros, disminuyendo la competitividad de las exportaciones. Por el contrario, un dólar más débil hace que las exportaciones estadounidenses sean más baratas, ayudando a apoyar a las industrias nacionales que enfrentan desafíos debido a los aranceles.