El mundo puede desestabilizarnos en cualquier momento—ya sea a través de la enfermedad, la desgracia, e incluso la opresión. Pero hay un dominio que siempre controlamos, dice Epicteto: nuestras propias mentes. Nuestros pensamientos, nuestros juicios, nuestras creencias sobre lo que nos sucede—este es el imperio que debemos gobernar.
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