En cierto sentido, las personas son nuestra ocupación adecuada. Nuestro trabajo es hacerles el bien y soportarlas. Pero cuando obstruyen nuestras tareas adecuadas, se vuelven irrelevantes para nosotros—como el sol, el viento, los animales. Nuestras acciones pueden ser impedidas por ellos, pero no puede haber impedimentos para nuestras intenciones o nuestras disposiciones. Porque podemos acomodarnos y adaptarnos. La mente se adapta y convierte en sus propios propósitos el obstáculo para nuestra acción.
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